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HISTORIA

Para conocer la historia de Bodegas Rubicón tenemos que remontarnos a 1570, fecha del primer documento escrito que se conserva haciendo referencia a la propiedad. En él se detalla la venta, por parte de Marcos Verde, Justa Melián, Diego Vázquez y Margarita Ruiz del Cortijo de La Geria al reverendo Luis de Bethancourt, por aquel entonces vicario y beneficiado de Lanzarote. El documento ofrece una amplia descripción del cortijo y de su valioso patrimonio. El Cortijo de La Geria era, a comienzos del siglo XVII, uno de los más preciados y ricos de la isla de Lanzarote. En esta época pasará a ser propiedad del arcipreste Don Diego Laguna, quien a finales del siglo XVII declare en su testamento que contaba entre sus posesiones con el Cortijo de La Geria, el cual le había tocado en herencia y permuta y en el que había mandado a construir en 1698 la ermita de La Caridad. Por aquel entonces el cortijo contaba con habitaciones, tres dependencias para los aperos de labranza, aljibes y mareta, y campos de cultivo que producían trigo, cebada y centeno.

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La fertilidad de los suelos de La Geria antes de las erupciones volcánicas motiva que gran parte de la propiedad se concentre en pocas manos, por lo general vinculadas al grupo de poder insular y, en particular, relacionadas con la iglesia, como es el caso de Don Diego Laguna, que posee otros cortijos además del de La Geria. Por aquellos años los campos de cereales conformaban el paisaje de la zona, la tierra era rica y producía fruto en abundancia. Nadie imaginaba que pronto el infierno se desataría en Timanfaya y largos años de erupciones volcánicas (1730-1736) devastarían aldeas y campos de cultivo modificando el paisaje para siempre.

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Estas erupciones supusieron la pérdida de un substancial patrimonio inmobiliario y de una de las vegas más ricas de Lanzarote. El Cortijo de La Geria se vio afectado por la catástrofe desde el comienzo de las erupciones. Las cenizas lo fueron sepultando de septiembre a diciembre de 1730, quedando en mayo de 1731 completamente cubierto. Por este entonces era propiedad de Antonia María de Ocampo y Bustamante, sobrina y heredera de Don Diego Laguna. Un documento fechado en 1731 hace referencia a la recuperación del cortijo:

[…] Y el Cortijo de la Geria con sus casas y aguadas por lo presente está también perdido por el mucho cascaxo grueso y arena que le cayó y puede ser que con los tiempos y la aplicación de los dueños vuelva otra vez a su ser cuando no en todo en parte pues aplicándose su dueño se puede destupir algunos vasos y hacerse habitables las casas destupiéndose la entrada de ellas […]

Diversas dependencias del cortijo, entre ellas la ermita de La Caridad, fueron limpiadas de las cenizas que las sepultaron. Con los años las tierras se reutilizan con la plantación de viña y vuelven nuevamente a ser fecundas. Ésta será una de las zonas principales del resurgir económico de la isla, con la puesta en cultivo de los suelos cubiertos por las arenas volcánicas, si bien en determinados terrenos de La Geria no sucede hasta varias décadas después como lo atestigua un documento de 1769:

[…][…] y después de los volcanes que comer […] cuasi la mitad de la isla en las tierras que arenó se han plantado y actualmente se plantan muchas viñas y árboles frutales de forma que se cogen considerables cosechas de mosto […]

Será durante el siglo XVIII cuando se produzca la ampliación del cortijo, se le añadirá bodega para dar cabida a la uva de las nuevas cosechas y una casa señorial contigua. La Geria y sus aledaños se convertirán ya en el siglo XVIII en la principal zona productora de vinos de Lanzarote, condición que perdurara en el tiempo hasta el día de hoy. Desde finales del siglo XVIII se relaciona a la familia Fajardo-Spínola con el Cortijo de La Geria.

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La propiedad permanecerá en manos de esta familia y de sus herederos hasta bien entrado el siglo XX. Será en al año 1979 cuando Don German López Figueras, actual propietario, la compre a Doña Dolores Fajardo. Comenzará entonces una nueva etapa para devolverle todo el esplendor al antiguo cortijo. Dormido durante décadas, abrirá sus puertas al público con el anhelo de hacer partícipes a todos de un trozo de la historia de Lanzarote.